Volvemos a enfrentarnos a otro gran realista de la Pintura. Y no hablamos de Hiperrealismo, como mucha gente se afana en asginar, sino de un Realismo minucioso, una Pintura en búsqueda de la verdad más mundana que se levanta ante nuestra vista. Las obras de José Ramón Jiménez López son bastante cercanas, muy humanas; nos fascina cada elemento que queda representado, en el más mínimo detalle. Por esa razón y aprovechando la estela del maestro Antonio López, nuestro artista de hoy ha mostrado una gran veneración por el trabajo realista pero con una personalidad propia. Hoy repasamos su trabajo.
No tiene mucho sentido presentar los cuadros de José Ramón en una pantalla. El Realismo exige realidad, y como tal, es necesario enfrentarse cara a cara con sus cuadros para apreciar el trabajo de su pintura. Si bien Antonio López (imposible no hacer comparaciones) tenía una obsesión con la luz y su brevedad, nuestro pintor va a mostrar una mayor inclinación por el grado de detalle, por llegar a cada rincón de esa realidad. Y ahí es donde gana la partida. No es que sea mejor, nunca he creído en esa estúpida idea humana de hacer un ranking de importancia; sencillamente se trata de un trabajo diferente dentro de un mismo lenguaje. Por ello, vamos a centrarnos en su trabajo, seccionándolo para poder obtener las claves que nos acerquen al pintor.
Ya sea como dibujo o pintura, la meta es la misma. Se centra en el objeto, en la materia, en su comportamiento: su peso, su reflejo de la luz, su transparencia, su rugosidad, su situación con respecto a (una mesa, la calle, etc.) Es así como José Ramón nos va introduciendo en su pintura, en su mirada. Si reducimos su trabajo a blanco y negro encontramos un perfecto estudio de la luz que materializa las cosas, a los personajes que encierra. Esto se traspasa al color sin escatimar en detalles: los escaparates reflejan la calle, el vaso contiene agua tras su cristalina forma, las gallinas picotean por el suelo y el cenicero está lleno de cenizas. Los escaparates son sin duda un tema que recogen dos elementos muy propios de los grandes maestros manchegos, los maniquíes y el reflejo del paisaje urbano. Con esto nuestro pintor genera un relato digno de admiración.
Escenas urbanas e interiores predominan en su repertorio, habitualmente sin viandantes que interfieran en el mirar. Los interiores son cerrados e íntimos, mostrando algo personal de aquellos que lo habitan y que sirve como excusa para materializar la luz, las trasparencias, los brillos y reflejos. Cabe destacar que el pintor nos muestra estas escenas llenas de calma para poder distraernos en los detalles. Con la misma tranquilidad que asolan las calles, como si de una fotografía que las vaciase de gente para centrarse en los matices que propone la luz. De esta manera podemos reparar en los edificios que se vienen encima de la calle, la luminosidad de la farola, la disposición de los adoquines o la distancia con edificios que asoman al fondo. Todo es posible identificarlo con una mirada detenida que aporta mayor fascinación y que sitúa al espectador en medio del ente urbano.
Pero su trabajo urbano acaba por ampliarse con grandes panorámicas donde hay un derroche de líneas, manchas y otros signos que marcan el detalle de cada parte de la ciudad. Se podría decir que es un estudio de la materia en la distancia, ya que afecta no sólo en la luz del celaje, sino en el color, el brillo, la solidez o lo interminable. El trabajo resulta prodigioso. La vista del espectador siempre está separada por un río, una ventana o desde las alturas, lo que hace sublime cada escenario. A veces incluso se puede ver combarse el horizonte debido a la amplitud de la panorámica, lo cual imprime una mayor grado de realidad y que deja al espectador sobrecogido por el detalle ejercido minuciosamente.
Para tener un mayor detalle de estas vistas, hay que recurrir a la obra, por eso siempre recomendamos asistir y apreciar la obra de este gran pintor que incluso ha dejado asombrado al propio Antonio López.
el mono Liso
El mono Liso 
Me ha gustado particularmente. Mucho. La verdad. Desconocía la existencia de este pintor.
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